“Pedagogía del
Oprimido” (1970) obra de Paulo Freire, presenta lo que no es
sencillamente una nueva pedagogía, sino un plan para la liberación
auténtica del hombre, sea opresor u oprimido. En esta obra Paulo Freire
critica el sistema tradicional de la educación, lo que él llama “la
educación bancaria” y presenta una nueva pedagogía donde los educadores
y los educandos trabajan juntos para desarrollar una visión crítica del
mundo en que viven, aspecto completamente ligado al constructivismo
actual que sienta su eje de atención en los estudiantes como forjadores
de su aprendizaje, el cual nos hace referencia a la obra “Los siete
saberes” de Morin
En
su primer capítulo, Freire sustenta una pedagogía en la que el
individuo aprenda a cultivarse a través de situaciones de la vida
cotidiana que él vive, misma que aporta experiencias útiles para
generar situaciones de aprendizaje no se trata de una pedagogía para el
oprimido, por el contrario, de él; el sujeto debe construir su realidad a
través de las circunstancias que generan el devenir cotidiano. Los
textos que el individuo construye le permiten reflexionar y analizar el
mundo en que vive, pero no para adaptarse a él, sino para reformarlo.
Como nos menciona Morin que la primera tarea de la educación del futuro
es enseñar un conocimiento capaz de criticar el propio conocimiento,
considerando nuestras experiencias como enriquecedoras del aprendizaje.
El
método de aprendizaje de Paulo Freire no es simplemente de reproducir
las palabras ya existentes, sino que éstas se crean y le permiten
hacer conciencia de la realidad para luchar por su emancipación, puesto
que algunos adquieren una conciencia ingenua en la que se dan cuenta de
su situación, sin embargo no se esfuerzan por modificarla, se sitúan en
una actitud conformista al considerarla como algo normal, incluso
suelen adherirse a ella. Otros individuos construyen su realidad y se
liberan de la opresión pero extrañamente se convierten en el polo contra
el que luchaban.
Freire
señala las faltas en el sistema tradicional de educación y cómo sirve a
los opresores. En él, las relaciones entre el educador y los educandos
son de naturaleza “fundamentalmente, narrativa, discursiva” y
“disertadora”, “El educador aparece como su agente indiscutible, como su
sujeto real, cuya tarea indeclinable es ‘llenar’ a los educandos con
los contenidos de su narración”. Clasificando este sistema como una
concepción “bancaria” de la educación, Freire señala que “cuando más
vaya llenando los recipientes con sus ‘depósitos’, tanto mejor educador
será. Cuanto más se dejen ‘llenar’ dócilmente, tanto mejor educandos
serán”. Los estudiantes en tal sistema pedagógico son tan pasivos que
“el único margen de acción que se ofrece” a ellos “es el de recibir los
depósitos, guardarlos y archivarlos”. Como el dueño exclusivo de la
información que será “depositada”, el educador siempre va a ser “él que
sabe, en tanto los educandos serán siempre los que no saben”.
Freire
opina que la educación debe superar esta dinámica, para que los
educadores y los educandos se compartan el rol del otro. El sistema
bancario no llegó a ser por casualidad: en entrenar a los educandos a
ser agentes dóciles que pasivamente reciben la información dictada por
un superior, está preparándolos para una vida bajo el control de sus
opresores. La educación bancaria “sólo puede interesar a los opresores
que estarán tanto más tranquilos cuanto más adecuados sean los hombres
al mundo. Y tanto más preocupados cuanto más cuestionen los hombres el
mundo”. Para los dominadores, “el problema radica en que pensar
auténticamente es peligroso”, y, por ende, “uno de sus objetivos
fundamentales, aunque no sea éste advertido por muchos de los que la
llevan a cabo, sea dificultar al máximo el pensamiento auténtico”.
La
educación liberadora en el individuo tiene que ser un acto cognitivo en
el que se comprenda y analice el contenido, superando la división
existente entre el maestro y el estudiante; dejar de lado la relación
unidireccional para que la bidireccionalidad contribuya a la educación
integral de ambos, puesto que los dos tienen elementos que aportar para
la enseñanza, de lo contrario si se pierde el sentido axiológico mutuo,
sólo se convierte en un acto memorístico específico. El papel del
educador reside en la problematización del mundo próximo al oprimido,
crear las condiciones apropiadas para que se produzca el Aprendizaje.
La
liberación no puede resultar de una educación bancaria según Freire.
“La liberación auténtica es la humanización en el proceso” y “no es cosa
que se deposita en los hombres”. Usar el sistema de la educación
bancaria demuestra una falta de confianza en las habilidades del pueblo
en no dejarlo tomar una función más activa.
En
el método propuesto por Freire, el educador se transforma en
educador-educando y los educandos en educando-educador. En esta nueva
dinámica, los educandos son agentes activos en el proceso educativo y,
al superar sus estados pasivos, ya no son herramientas que sirven a los
opresores. “Éstos, en vez de ser dóciles receptores de los depósitos, se
transforman ahora en investigadores críticos en diálogo con el
educador, quien a su vez es también un investigador crítico”. Esta
“educación problematizadora” exige la reflexión ausente en la educación
bancaria, e “implica un acto permanente de descubrimiento de la
realidad”. Freire nos dice como la educación bancaria sirve a la clase
dominante y deja a los oprimidos en la oscuridad: “La ‘bancaria’ insiste
en mantener ocultas ciertas razones que explican la manera como están
siendo los hombres en el mundo y, para esto, mitifican la realidad”. Sin
embargo, la pedagogía problematizadora de Freire “se empeña en la
desmitificación”. Él añade que “la primera niega el diálogo en tanto que
la segunda tiene en él la relación indispensable con el acto
cognoscente, descubridor de la realidad”.
Freire
plantea el concepto de que la existencia humana significa una
transformación del mundo. Participar en esta transformación no es un
privilegio de una cierta clase, “sino derecho de todos los hombres”.
Anteriormente indicó ya que no se trata de un trabajo que se pueda hacer
de una manera individualista, pues se necesita el diálogo entre los
hombres para poder “pronunciar” el mundo. Freire escribe de los
requisitos necesarios para tener un diálogo verdadero, y, antes de todo,
señala la importancia del amor: “No hay diálogo si no hay un profundo
amor al mundo y a los hombres” nos dice, añadiendo que la revolución
misma es un acto de amor y afecto. Morin en su primer capítulo nos habla
acerca del afecto y nos plantea que el desarrollo de la inteligencia es
inseparable de la Afectividad, la afectividad puede oscurecer el
conocimiento pero también puede fortalecerlo.
Paulo
Freire pretende que el individuo se forme, no formarlo, para ello
propone que las situaciones de aprendizaje emanen de las vivencias que
constantemente enfrenta en su cotidianeidad, eludiendo las experiencias
artificiales en las que suela caer la educación actual, por el contrario
propone problematizar su vida para que se dé cuenta que requiere y
puede alcanzar un status distinto.
Sin
embargo, estas prácticas pueden enfrentar lo que él denomina
"situaciones límite" que dificultan, pero que son producto de la
resistencia de las clases opresoras a perder el status que guardan,
para lo cual se valen de diferentes instrumentos, incluso hasta
ideológicos que le permitan mantenerlos y mantenerse, de ser posible
oprimirlos más aún, puesto que es una "ley de la vida" que no podemos
evadir.